Lola Fanon hizo lo posible por no quedar impresionada cuando Duke Sheridan entró en su pequeña tienda. Aquel ranchero alto y atractivo podía estar considerado como el «mejor partido» de la ciudad, pero Lola era una mujer de mundo... y sabía que no debía fiarse. Duke podía flirtear cuanto quisiera, pero ella se negaba a morder el anzuelo.
El único problema era que cada vez le costaba más resistirse al encanto de aquellos ojos castaños. Lola había oído los rumores: Duke Sheridan siempre conseguía lo que deseaba. ¿Cuánto tiempo tardaría en sucumbir a su irresistible sonrisa?
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