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viernes, 16 de julio de 2010

Trilogía "La Piedra del Poder" - Wolfgang Hohlbein


1° LIBRO - LA CIUDAD EN LLAMAS

"Hacía calor y frío al mismo tiempo, un calor y un frío insoportables. Skar había creído saber lo que les aguardaba, pero había olvidado lo espantosa que era la tempestad de fuego de Combat, lo cortante que resultaba el viento que, aspirado por la fuerza de la ciudad en llamas, les azotaba la cara, y lo ardiente de aquel calor que, incluso contra el ímpetu del huracán, se arrastraba detrás de ellos y los quemaba."

Esa era Combat, la ciudad que ardía sin cesar en castigo al desacato de sus habitantes a los dioses. Pero en ella se hallaba oculta una inefable piedra que, según una antiquísima leyenda, conferiría un poder desconocido, pero probablemente absoluto, a quien la poseyera. Vela, la todopoderosa errish, quería esa piedra a cualquier precio, y para llevar a cabo su propósito eligió a Skar, el casi invencible satái, porque nadie más era capaz de una misión semejante. Skar y sus acompañantes emprenden un camino lleno de terribles peligros y mortíferos cambios de temperatura, monstruosas arañas de hielo y, sobre todo, un abominable dragón, capaz de quemar y destruir todo aquello que roce con los polvos que expele con su aliento.



2° LIBRO - LA TIERRA MUERTA

Todos los esfuerzos empleados para arrebatar la piedra del poder de Combat, la ciudad en llamas, habían sido inútiles, pues la malvada Vela se había apoderado de ella de nuevo.
Skar y sus compañeros emprenden su persecución y atraviesan las cristalinas llanuras de Tuan, la Tierra Muerta, cuyo nombre es una falsedad, pues está poblada por los más terribles monstruos y seres horrorosos, despertados por el satái de un sueño de eones.

"Todas las arañas de cristal debían de haber iniciado su labor al mismo tiempo, y quizás en toda la extensión del bosque. Aunque fuesen muy pequeñas, su número parecía infinito. Pasar por allí se convirtió en un martirio, y ni la enorme fuerza de El-tra bastaba para desgarrar las relucientes redes. También en el suelo se mostraban laboriosas las arañas. Al principio, la maleza, compuesta por hilos y espinas de cristal, sólo tenía un dedo de grosor, pero pronto llegó hasta los tobillos del satái, y acabó cubriendo sus rodillas. Las piernas le dolían terriblemente, y, al mirárselas, vio que las botas estaban hechas jirones y que la piel era un puro arañazo sangriento. También Gowenna y el habitante de los pantanos sufrían lo indecible. Sus pasos dejaban huellas de sangre en la blanca capa."

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