Excitada por la visión del encadenado vampiro de feria, tropieza en la tienda hacia los brazos del hombre más sorprendente que jamás había visto. Hipnotizada por su abrazo sobrenatural, ella le cree cuando él le jura que lo único que desea beber de ella son sus besos.
Perdido en las tinieblas, Grigori encontrá un nuevo sustento en la luz del amor de Marisa, y un nuevo propósito en su vida. Sólo él podía protegerla del mal que acechaba en la noche. Ahora, hambriento de sus agridulces caricias, él le hace la solemne promesa de enseñarle que no todos los no muertos son monstruos, y que en algún lugar entre el blanco y el negro de la perdición, se encuentra el infinito.
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